La política de baja intensidad

Viernes 19 Abril, 2024

La política de baja intensidad

Lunes 10 de Octubre de 2016

En una prolija recopilación, el analista y periodista Julio Blanck aborda en su escenario dominical las últimas encuestas de las principales consultoras (Isonomía, Hugo Haime, Analía del Franco, Management & Fit, Giacobbe) todas ellas con un punto en común entre sí: estuvieron lejos de predecir el escenario electoral en la Provincia de Buenos Aires y la mayoría daba por descontado el triunfo de Scioli en primera o segunda vuelta.

Todas también le plantean a Blanck en sus trabajos métodos, originalidades o nuevas formas de interrogar y por supuesto nueva terminología que les permite proyectar cosas como “si votarían el año próximo una boleta que llevaría…” o el estudio del “primer metro cuadrado”.

El autor termina su columna con una tremenda frase que pone algo de sensatez entre tanto disparate: “A esta altura, toda la historia está por escribirse.”

Entonces, qué valor tiene preguntarle algo a alguien que ni por remota idea sabe qué “texto escribirá en la página de la historia”.

Pareciera que los continuos “fracasos” de anticipar el comportamiento electoral o político de la opinión pública internacionalmente tan estrepitosos como el Brexit en Inglaterra o el más reciente voto por la Paz en Colombia, donde la Academia Sueca tiene que salir rápidamente a cubrir un papelón que involucraba demasiados líderes mundiales, no fueran registrados en la política local que sigue “comprando” más de lo mismo pero en otro formato a pesar de haber sido el proceso electoral local del 2015 una de las primeras señales en esto de no “interpretar” a la opinión pública.

Creo que está ya muy claro, que el comportamiento político de las sociedades han variado dramáticamente y ya no se corresponden, al menos en forma lineal, al manejo de tendencias que los estudios de opinión pública tan bien median y que se mantenían razonablemente en el tiempo, pudiendo seguir su proceso de crecimiento o descenso.

Tengo la sensación, seguramente equivocada y solo basada en la percepción, que antes medir opinión pública era “más sencillo” porque la respuesta del consultado era eminentemente ideológica.

En cambio, hoy las respuestas están dominadas por los sentimientos.

Estos cambian rápido, se mueven por empatías y no obedecen a la “lectura tradicional del análisis político”.

Preguntarle a la gente por su paciencia o una eventual boleta de Massa/Stolbizer es igual que preguntarles y preguntarme acerca de qué opinión tengo de la teoría de la relatividad.

Se les pregunta por algo que no saben y que tampoco les interesa, pero que ante la insistencia pueden llegar a contestar.

Por otro lado este gobierno debiera consultar más a los profesionales que estudian los fenómenos de audiencia y empatía de programas televisivos y sus figuras.

Seguramente ellos sí le podrían entregar una data novedosa a la política.

A menos que crean que los últimos y estrepitosos fracasos de “la ingeniería política aquí y en buena parte de occidente” sean una casualidad y no una causalidad, está claro que el fenómeno siempre apasionante del estudio de la opinión pública y su comportamiento político se ha vuelto mucho más complicado.

La variable sentimiento es la que está mandando y esta es una variable muy voluble y que tiene altos grados de ocultamiento.

El “nuevo liderazgo” de María Eugenia Vidal en la Provincia no tiene una explicación en términos del análisis político tradicional y sí en un pacto personal que la gobernadora está estableciendo con quienes allí viven que es fundamentalmente emocional y que genera un vínculo de sentimiento.

Ella lo sabe más que nadie, por eso sigue visitando gente todos los días.

La política cada día más se relaciona con una gran parte de la gente como un programa de televisión: sentimientos, empatías, amores y odios, traiciones, interés o aburrimiento son las nuevas variables a tener en cuenta que operan en la” nueva” opinión pública.

Cambiemos debería estar más cerca de entender esto que la oposición, pero nunca se sabe.