La realidad enmascarada

Jueves 25 Abril, 2024

La realidad enmascarada

Martes 28 de Noviembre de 2017

Treinta y cuatro años de democracia y nadie pudo hasta ahora ponerle el cascabel al gato laboral. El alterado electrocardiograma del trabajo, lógicamente más alterado en las cíclicas crisis que sufrió el país en estas casi tres décadas y media, sigue mostrando los clásicos dramas que afectan a millones de trabajadores.

Desempleo, subempleo y trabajo en negro son enfermedades para las cuales los sucesivos gobiernos han apelado a los mismos remedios, sin poder evitar que esos males generaran rápidamente los anticuerpos que los mantienen latentes.

Unas de las pócimas favoritas de las administraciones han sido la flexibilidad de las leyes para contratar y despedir trabajadores en diversas versiones y con denominaciones eufemísticas y beneficios tributarios para el sector patronal, a sabiendas de que el empleo no se genera por ley sino por obra y gracia de una economía en expansión y floreciente.

Desde el gobierno de Raúl Alfonsín, que inauguró esta nueva e inoxidable etapa democrática, hasta la actual administración de Mauricio Macri, no han concebido otros caminos.

Quien más ha logrado en materia de laxitud de las leyes fue Carlos Menem, que no solo rompió paradigmas históricos en esa materia sino, además, demolió esquemas tradicionales en otras áreas relacionadas directamente con los trabajadores, como las jubilaciones y las obras sociales.

Así, estableció el retiro privado y la libre elección de los entes prestadores de salud sindicales con la participación de la medicina privada prepaga.

Las administraciones sucesivas le pusieron su impronta, y el kirchnerismo dispuso la vuelta del Estado al manejo del sistema previsional, aunque de manera discrecional, arbitraria y direccionada políticamente.

Ahora, el gobierno de Macri, siguiendo la tradición, mete mano en el sistema jubilatorio con el argumento de la necesidad de fondear el régimen -en rigor desequilibrado y desfinanciado-, aunque con evitables rasgos de iniquidad.

En la salud está también circulando por complicados meandros pero sin internarse en aguas peligrosas también surcadas por expertos navegantes -los sindicalistas-, como son las de las obras sociales.

Estos mares siempre bravíos son los que en ningún momento deben tener oleaje amenazante, ya que allí pueden desarrollarse siempre fructíferas negociaciones con los jefes gremiales en momentos críticos. Mientras no les toquen la quintaesencia de su poder, los capos de los sindicatos pueden allanarse a conceder.

Y la llamada reforma laboral anunciada inicialmente con toda pompa anda cerca de las aguas de borrajas. Los cambios pretendidos por el gobierno macrista incluían una ambiciosa batería de casi un centenar y medio de puntos, pero esa enorme cifra podría diluirse drásticamente.

No solo porque significaría lisa y llanamente cambiar prácticamente toda una ley laboral, sino porque ya se tiene casi la certeza de que fue materia de negociación e intercambio por la reforma previsional.

Además, en paralelo siguen avanzando las modificaciones convencionales por actividades. Un dirigente de un sector que está en una etapa de prosperidad y con buena sintonía con el gobierno, el mecánico Ricardo Pignanelli, ya avisó que habiendo convenios colectivos de trabajo no es necesaria semejante reforma y arriesgó que de los cambios planteados podrían quedar cuatro o cinco puntos solamente.

Todas las modificaciones y el aggiornamiento en materia laboral pueden hacerse a través de los convenios, insistió el jefe del SMATA, un gremio que, justamente, está a la vanguardia en materia de modernización y actualización por las características de su actividad específica.

Igualmente, por estas horas los dirigentes sindicales que toman las decisiones importantes analizan puntillosamente estas cuestiones y los avances, frenos y retrocesos del gobierno, e incluso del peronismo en el ámbito legislativo, con las iniciativas que atañen al sector trabajador pero, sobre todo, rozan los intereses gremiales.

Más de una vez las cosas, hasta por efecto de la costumbre, toman un estado inercial. Pero también muchas veces, en paralelo, la realidad suele estar enmascarada.


(*) Periodista