La lección de Brancatelli

Viernes 26 Abril, 2024

La lección de Brancatelli

Miércoles 16 de Agosto de 2017 4

Hace unos años, en un boliche de la ciudad que antes era un bar y ahora es una bailanta céntrica, escuché una conversación para nada novedosa, pero reflexiva. Uno exclamó: “¡Qué tipo nabo este De la Rúa!”. Y el otro contestó: “No, no te equivoques, De la Rúa se hace el nabo: es funcional a las corporaciones, a los intereses yanquis, a la oligarquía, a las grandes empresas”.

Esa reflexión no es original de ese desconocido. Es la de muchos. Parece una obviedad de tanto que se ha repetido. Sin embargo, encierra una filosofía política que merece una observación. Se trata de concebir lo visible, como una máscara que oculta lo invisible. En síntesis, las cosas no son como parecen y, en política, menos.

Este posicionamiento de cara al siglo XXI, en la que una foto en una playa puede falsificarse perfectamente y colocar a una mujer al lado de un hombre polémico o viceversa, es peligroso. Ya que si nada es lo que parece, todo puede ser falso. O verdadero.

No es el tiempo de la pos verdad; es momento de la pos-pos-verdad. Algo que está detrás de algo, que oculta algo. Es el ejemplo del referí que por no favorecer al equipo grande, intenta favorecer al equipo chico, pero para ocular su proceder, termina favoreciendo al equipo grande. Tremenda encerrona.

La lección de Brancatelli explica perfectamente el fenómeno. Y, extendido, permite también explicar otros asuntos.

Hace cinco años que “Branca” ocupa un sillón en el panel del programa Intratables. En épocas de pleno K, a veces lo acompañaron en su pensamiento otros panelistas. Pero en la decadencia del kirchnerismo, quedó absolutamente solo. Solo frente a todos los demás. Dijo que si Macri ganaba las elecciones se iba del país. Macri es presidente y él todavía anda por acá.

Y en esa desoladora colocación, sus propias limitaciones expresivas lo ponen en el blanco de los pelotazos de sus compañeros e invitados rivales. Es como la cabeza del negro a la que se le arrojan pelotas en los parques de diversiones. Y no le erran una.

Enfrentó con descuido de amateur a una conspicua política y quedó tumbado en el limbo de las redes sociales, cayendo como un desgraciado paracaidista al que no se le abre el instrumento.

Es de suponer que advirtió su falta de pericia y que por la noche algún desvelo puede haberlo incomodado. Debió imaginar las bromas y hasta la potencia sarcástica de sus colegas. Todo eso era resistible.

Lo que no alcanzó a prever fue que sus propios compañeros de ruta lo tildaran públicamente de ajeno. Que lo ladearan y tiraran sobre él los escombros de un modelo en agotamiento, así como López lanzaba los bolsos sobre el convento en una escena que nadie vio, pero todos creen haber visto.

Lo cruzaron con twits. Lo demolieron a mensajes. La jefa de redes de Cristina Kirchner, Anita Montanaro, espoleó en su cuenta: “Brancatelli es de ellos, déjense de joder”. La manzana no vino de arriba, sino de sus camaradas, así que no hay que esperar teorías de la relatividad. Conocida Cristina y sus formas, lo de Montanaro no puede ser una jugada personal.

Brancatelli respondió lábilmente. Muchas opciones no tiene.

En su fuero íntimo sabe que está pasando por lo que ya pasaron otros: el despiadado veneno que el aguijón cristinista sabe clavarle a quienes por acción u omisión obstruyen su camino.

Así, muchos peronistas se le volvieron contra. Enumerarlos sería como contar las estrellas: inútil y extenuante. En la jerga cristinista pasan a la categoría de “traidores”. Es un extraño ajedrez en el que la Reina mata a los peones.

De la Rúa la sacó barata. Brancatelli recién está pagando la primera cuota.