Blow-Up

Viernes 26 Abril, 2024

Blow-Up

Jueves 21 de Septiembre de 2017 3

Hace unos días atrás circuló por las redes sociales una foto, en la que AGLaPlata (una agencia de fotógrafos) reconoció la trayectoria de los reporteros gráficos veteranos de la ciudad. Tuve la oportunidad de trabajar con muchos de ellos y a otros los conocí en guardias periodísticas o en algún asado transgresor.

Hoy se celebra el Día del Fotógrafo en La Plata. Para mí resulta una fecha especial: mis hermanos y mi padre ejecutan la profesión del efectivo obturador y la lente de exacta distancia. Por herencia, no podría decir que conozco el arte de la fotografía, pero puedo perfectamente seleccionar una de entre varias para ilustrar una noticia.

Creo que La Plata bien podría ser considerada la capital nacional de la fotografía. Menos por la buena voluntad de los celulares ansiosos y espontáneos que por la historia que une a esa actividad con la memoria de una ciudad impregnada de recuerdos y nostalgias extrañas.

Entre esas recordaciones, figura un libro indispensable de la literatura del siglo XX: “Aventuras de un fotógrafo en La Plata”, de Adolfo Bioy Casares. Se trata, curiosamente, de una obra que no figura en las antologías que citan las obras más destacadas del escritor amigo de Borges. Esa negación probablemente obedezca a la matriz local de la novela, producto de un autor que prefirió la indagación universal de la condición humana a sujetarla en un plano donde todo es reconocible.

Nicolasito Almanza -tal el nombre que Bioy elige para su fotógrafo- cruza con su cámara las diagonales de un territorio fantasmagórico, en el que varios personajes entablan una disputa de tono existencial. Son vecinos y enemigos y son platenses.

Las imágenes del Almanza repasan sitios y arquitecturas conocidas, pero lo que subyace en su captura es el subterráneo de una ciudad que no termina de definirse en su materia moral.

Almanza es uno de los tantos visitantes que se alojan en La Plata; que llegan del interior a una zona gris.

Probablemente, sea esa la característica de todos los fotógrafos platenses y asimismo su objetivo: plasmar la zona gris que corre hacia adelante y hacia atrás en el tiempo y en el espacio. Memoria de una ciudad cruzada más fuerte que otras por dolor de la oscura muerte del Proceso, pletórica de jóvenes entusiastas, regada de políticos que se esfuman en el olvido.

En 1966, Atonioni llevó al cine Blow-Up. La historia del fotógrafo Thomas. Blow-Up siginifica “explosión de la burbuja”. Hay algo trágico en ese film y no es la muerte. Es el destino.

Tal vez allí resida la suerte del fotógrafo platense: poder obtener el momento exacto, antes que explote la burbuja, su propia e inédita burbuja utópica en la ciudad gris de Bioy, que es la de todos nosotros. Feliz día a todos esos, los esperanzados cazadores de imágenes.