Historias de adopción: desde Haití a La Plata después del trágico terremoto

Viernes 26 Abril, 2024

Desde Haití a La Plata después del trágico terremoto de 2010

Domingo 14 de Enero de 2018 1

Estherline nació algunos meses después del terremoto de 2010 en el que murieron unas 300 mil personas. Desde hace siete años crece en Argentina con Lucrecia y Guillermo, quienes antes habían peregrinado durante años intentando una adopción en Argentina.

Los caminos de la adopción suelen ser un laberinto insondable al que pocos pueden encontrarle una salida que no sea frustrante. Lucrecia López Brusa y Guillermo Levigne, una pareja platense no lo logró en Argentina después de años de búsqueda y encontraron en una tragedia, la del pueblo haitiano, la posibilidad de brindar todo su amor de padres. Estherline nació nueve meses después del terremoto de enero de 2010 que dejó unos 300 mil muertos en el país más pobre de centroamérica. Con siete años, la niña crece en La Plata

La historia de Lucrecia, Guillermo y Estherline fue reflejada por el portal Infobae, al cumplirse ocho años del terremoto del cual aquel país aún no se ha recuperado. La familia Levigne-López Brusa contó su historia y se junto con los Jajam-Daglio: Adolfo, Marcela y su hijo Davidson, quienes viven en Buenos Aires y atravesaron un proceso parecido.

Lucrecia y Guillermo, la pareja platense, llevaba ocho años trasladando su carpeta por distintos juzgados del país intentando concretar una adopción. Estaban dispuestos, incluso, a adoptar a tres hermanos, pero el llamado nunca llegó. Cuando vieron por televisión lo que ocurrió en Haití el 12 de enero de 2010 no imaginaron que allí nacería quien sería su hija.

Lucrecia tiene 50 años y es diseñadora de indumentaria. Guillermo, su pareja, tiene la misma edad y es ingeniero. Viven juntos en La Plata desde hace unos 20 años y atravesaron todos los momentos de quienes buscan ser padres y no lo logran. Primero el embarazo natural, luego los tratamientos de fertilidad y finalmente el largo y no siempre exitoso proceso de adopción. 

"La verdad, no lo viví como un duelo. Yo había sido voluntaria en el Hospital Casa Cuna, así que construir la maternidad a través de la adopción me resultaba algo natural", cuenta ella en la nota de Infobae

Cuando ellos se internaron en ese laberinto no existía el actual "Registro único nacional de aspirantes a guardas adoptivas". Por eso tuvieron que recorrer las provincias con su carpeta de aspirantes a adopción. Una vez al año, viajaban a Misiones, a Corrientes o a Chaco. Fueron ocho años de espera "una vida", según Lucrecia. 

Ambos recuerdan una mañana cuando en la radio escucharon la entrevista a una mujer que había adoptado a un niño en Haití. Anotaron su e-mail y Lucrecia le escribió. Con la ayuda de esa mamá se contactaron con una ONG que se ocupaba de que todos los pasos fueran legales para proteger los derechos de los chicos. Su carpeta de adoptantes salió del país rumbo a Haití.

También recuerdan un día un tiempo después, cuando estaban en Corrientes, en uno de sus viajes habituales para renovar sus aspiraciones para adoptar. "Estábamos en Corrientes y a ella le sonó el celular -dice Guillermo-. Era la presidenta de la ONG. Llamó para decirnos que buscáramos una computadora porque nos habían enviado un mail muy importante. Salimos desesperadamente a buscar un locutorio".

Ese e-mail comunicaba que la carpeta había sido aprobada y que habían iniciado el trámite de adopción de Estherline. La niña había nacido nueve meses después del terremoto y vivía en uno de los 700 orfanatos del país. Ese correo también les mostraba una foto de la pequeña.

No viajaron inmediatamente "Si viajábamos a conocerla al orfanato, ¿cómo íbamos a volver? ¿Cómo se iba a quedar la nena si estábamos ahí jugando con ella y después nos íbamos?", recuerda él. "Íbamos canalizando la ansiedad de la espera comprándole sus primeras cositas, armando su habitación. Supongo que será igual en un embarazo", agrega ella.

La sentencia de adopción salió ocho meses después. Podían viajar a buscar a Estherline y así lo hicieron rápidamente pese a que los pasajes eran muy caros y casi nadie viajaba hacia un país devastado. 

Cuando llegaron habían pasado dos años del terremoto de 7,3 en la escala de Richter pero el país seguía en ruinas. La niña estaba en un horfanato mu cuidado pero su futuro, en caso de no ser adoptada se adivinaba incierto. "Allá la mitad de los chicos no va a la escuela, la mitad come y la otra mitad no. Siempre pienso en la generosidad de esos padres de tomar la decisión de dar un hijo a otra familia para que tenga una posibilidad de superarse", dice Lucrecia.

El día en que la vieron por primera vez -la nena tenía 1 año y 8 meses- no se animaron a despertarla. "Vos ves una foto a los dos días de estar juntos y es impresionante, se ve en los gestos. Ves su cara y ella lo sabe. No sé cómo, porque ni siquiera hablábamos el mismo idioma, pero ella sabe que nosotros somos sus nuevos padres", dice Guillermo.

Lucrecia y Guillermo relativizan los elogios que recibieron en Argentina cuando su historia fue conocida en aquellos años. Los trataron de héroes. "Yo no lo siento así. No es un acto de grandeza, no sos un héroe, no estás salvando a nadie. Vos sólo estás formando tu familia", sostiene él.  

También les advirtieron que la niña podía sufrir la discriminación por ser negra. Llegaron incluso a desalentarles la adopción internacional. En estos años junto a Estherline han logrado lidiar con ello, aunque Lucrecia dispara una frase elocuente: "La gente es un poco invasiva, le saca fotos sin permiso, es como salir con un panda".

De todos modos se muestran acostumbrados a que se genere "una revolución" cuando la niña aparece aunque reconoce que a veces terminan peleándose para protegerla. "De todos modos, yo la educo para que no le importe lo que digan los demás, para que el día de mañana sea una mujer fuerte y segura de sí misma". La cronista de Infobae, al ver a la niña, aporta una apreciación personal: "Se nota que si fuera una nena blanca haría lo mismo".

Este año, Estherline empieza segundo grado. En la nota del portal colega está en una plaza de la Ciudad de Buenos. Interrumpe la charla, les tira de las manos a sus padres para ir a los juegos, se va corriendo. Acaba de hacer un amigo nacido tambíén en Haití que corre a su lado. Es Davidson, el hijo de Marcela Daglio y Adolfo Jajam. Tiene 6 años y se le acaban de caer los dientes.