l resultado electoral en la provincia de Buenos Aires dejó un mensaje contundente: el peronismo encontró a su candidato para ordenar el tablero hacia octubre de 2027. El triunfo bonaerense no solo consolidó el liderazgo de Axel Kicillof dentro del PJ, sino que también lo proyectó como un presidenciable con capacidad real de disputar el poder a nivel nacional.
El gobernador bonaerense asumió un riesgo histórico al desdoblar los comicios, enfrentó las presiones de Cristina Fernández y Máximo Kirchner, y se puso al frente de una campaña donde su figura fue central. La apuesta salió bien: Fuerza Patria se impuso con claridad en todo el territorio, incluso en distritos adversos como City Bell, donde el peronismo no ganaba desde 1946.
El golpe al cristinismo y el rol de Massa
La elección también marcó un reacomodamiento interno. Máximo Kirchner, que optó por correrse de la campaña, quedó debilitado. Ni él ni su madre felicitaron a Kicillof públicamente en redes sociales, como si el gobernador hubiera sido un actor secundario de la jornada. Sin embargo, las urnas dijeron lo contrario.

El agradecimiento público de Kicillof a Sergio Massa durante los festejos en Tigre no fue un gesto menor: el ex ministro de Economía fue clave para sostener la unidad cuando las tensiones por el cierre de listas amenazaban con fracturar al espacio. La foto de ambos abrazados en La Plata sintetiza esa alianza, en contraposición a la ausencia visible de La Cámpora.
La pulseada con Milei y el impacto en la gobernabilidad
El triunfo bonaerense golpeó con fuerza al presidente Javier Milei, que enfrenta una crisis política y económica sin respuestas claras. En la práctica, el resultado dejó expuesto un problema de gobernabilidad: el oficialismo libertario perdió apoyo social y se quedó sin un “Massa propio” que le ofrezca un salvataje en la gestión.
En su discurso, Milei buscó mostrarse autocrítico pero ratificó su modelo económico. Para sus aliados del PRO, el problema es más profundo: la derrota no se explica solo por la economía, sino también por el desgaste político, la agresividad discursiva y la falta de negociación en temas sensibles.
Los mercados, que habían apostado a una derrota acotada del oficialismo, reaccionaron con cautela. JP Morgan ya advirtió que los bonos argentinos podrían perder atractivo, anticipando semanas turbulentas hasta las presidenciales de octubre. En paralelo, se reaviva un debate que parecía desterrado: devaluación, cepo y reperfilamiento de deuda.
Katopodis y Alak, piezas claves del nuevo mapa
El triunfo del peronismo no se limitó a Kicillof. Dos dirigentes quedaron bien posicionados como futuros gobernadores: Gabriel Katopodis, que empujó el resultado en el norte del Conurbano, y Julio Alak, que sorprendió en La Plata con un triunfo que incluso incluyó a sectores tradicionalmente refractarios al peronismo.

En la capital bonaerense, el resultado de Alak refuerza el peso político de la ciudad dentro del armado provincial y nacional. Para los lectores locales, la victoria en La Plata no solo es un dato electoral, sino también un indicador de que el peronismo volvió a consolidarse en un territorio históricamente esquivo.
Un punto de inflexión para el peronismo
El escenario que se abre a partir de ahora muestra un peronismo revitalizado y con liderazgo más definido. Kicillof no solo venció a Milei, sino que también le ganó la pulseada a Cristina y a Máximo Kirchner, inaugurando una etapa de tensiones internas inevitables.
La militancia ya lo expresó en los festejos: “Es para Axel, la conducción”. Un cantito que marca el inicio de una nueva disputa por la conducción del espacio, donde La Plata se convierte nuevamente en epicentro político.
La pregunta que queda flotando es si este resultado fue apenas una elección más o si estamos ante un punto de inflexión que redefine el mapa político argentino rumbo a 2027.