Mientras Kicillof alista un mega acto para el 24 de mayo en la sede de la Unión de Personal Civil de la Nación (UPCN) en La Plata, Cristina Kirchner consolida su campaña desde la histórica sede del Partido Justicialista (PJ) nacional, enviando señales claras de una competencia interna que podría debilitar al peronismo en un momento crítico.
En la provincia de Buenos Aires, el tablero político se recalienta a medida que se acercan las elecciones legislativas de septiembre de 2025. Lo que alguna vez fue una alianza sólida entre el gobernador Axel Kicillof y la expresidenta Cristina Kirchner se ha transformado en una fractura tácita, marcando un punto de inflexión en el peronismo bonaerense. Lejos de coordinar estrategias como socios de Unión por la Patria, ambos líderes han tomado caminos separados, cada uno con su propio armado electoral y una visión distinta para enfrentar al oficialismo de Javier Milei.
Mientras Kicillof alista un mega acto para el 24 de mayo en la sede de la Unión de Personal Civil de la Nación (UPCN) en La Plata, Cristina Kirchner consolida su campaña desde la histórica sede del Partido Justicialista (PJ) nacional, enviando señales claras de una competencia interna que podría debilitar al peronismo en un momento crítico.
El quiebre de una alianza histórica
La relación entre Kicillof y Cristina Kirchner, forjada en los años en que el actual gobernador fue ministro de Economía (2013-2015) y un referente clave del kirchnerismo, comenzó a mostrar fisuras tras la derrota del peronismo en las elecciones presidenciales de 2023. Kicillof, respaldado por su reelección como gobernador y el apoyo de 42 intendentes bonaerenses, ha buscado consolidar un liderazgo propio, alejándose de la tutela de Cristina.
En febrero de 2025, el lanzamiento del Movimiento Derecho al Futuro (MDF), un espacio político que reúne a sindicatos como la CGT, las CTA, y organizaciones sociales como el Movimiento Evita, marcó un punto de no retorno. Este movimiento, que Kicillof presenta como una renovación del peronismo para enfrentar a Milei, fue interpretado por el entorno de Cristina como una “secesión” que fragmenta la unidad de Unión por la Patria.
Por su parte, Cristina Kirchner, al frente del PJ nacional desde diciembre de 2024, no ha escatimado en críticas. Durante la discusión sobre el desdoblamiento de las elecciones provinciales, que Kicillof impulsó para votar el 7 de septiembre en lugar de unificarlas con las nacionales del 26 de octubre, la expresidenta calificó la decisión como un “error político” que “provincializa” la elección y debilita al peronismo frente a La Libertad Avanza y el PRO. Aunque cedió al retirar el proyecto de elecciones concurrentes en abril de 2025, su gesto no fue una capitulación, sino una movida estratégica para evitar un desgaste mayor.
Dos campañas, dos estrategias
El acto que Kicillof prepara para el 24 de mayo en el camping de UPCN en La Plata promete ser una demostración de fuerza. Con el respaldo de intendentes clave como Fernando Espinoza (La Matanza), Julio Alak (La Plata) y Federico Achával (Pilar), además de gremios de peso como Camioneros y UOCRA, el gobernador busca consolidar su base en el conurbano y el interior bonaerense. Según una encuesta reciente de CB Consultora Opinión Pública, Kicillof lidera la imagen positiva en 18 de los 24 municipios del Gran Buenos Aires, superando a Cristina en distritos clave como Florencio Varela (48,1%). Su discurso se centra en plebiscitar su gestión, destacando obras públicas y políticas sociales frente a lo que califica como el “abandono” del gobierno de Milei.
En paralelo, Cristina Kirchner organiza su campaña desde la sede del PJ nacional en Buenos Aires, con un enfoque en la Tercera Sección Electoral, donde La Matanza es su bastión principal. Su hijo, Máximo Kirchner, presidente del PJ bonaerense, ha intensificado la presencia territorial con actos como el reciente en Quilmes, donde carteles con la consigna “Cristina 2025” anticipan una posible candidatura a diputada provincial. Esta movida, liderada por La Cámpora, no solo busca mantener la influencia de Cristina en el armado de listas, sino también enviar un mensaje a Kicillof: la expresidenta no está dispuesta a ceder el control del peronismo. Sin embargo, su imagen positiva, aunque sólida en distritos como La Matanza (47,3%), pierde terreno frente a Kicillof en el conurbano.
El impacto en las redes sociales
En el terreno digital, ambos líderes despliegan estrategias diferenciadas para captar la atención de los votantes bonaerenses. Kicillof, consciente de la importancia del SEO y las plataformas como Google Discover, ha intensificado su presencia en X, donde su equipo comparte contenido visual y mensajes que resaltan su gestión, como la entrega de viviendas en Pehuajó o reuniones con gremios.
Publicaciones recientes, como la del anuncio del acto en UPCN, utilizan hashtags como #DerechoAlFuturo y #LaPlata para maximizar el alcance. Sin embargo, su enfoque es más institucional, lo que limita su viralidad frente a la narrativa emocional del kirchnerismo.
Cristina Kirchner, en cambio, mantiene una estrategia más personalista, apoyada por La Cámpora. Los carteles de “Cristina 2025” en Quilmes y Avellaneda generaron revuelo en X, con usuarios como @NAagencia destacando la tensión con Kicillof.
Sin embargo, la decisión de intendentes aliados de Kicillof, como Jorge Ferraresi en Avellaneda, de retirar estos carteles desató críticas de La Cámpora, amplificando la interna en redes. El uso de consignas como #Cristina2025 busca posicionar a la expresidenta como una figura de resistencia frente a Milei, pero enfrenta el desafío de una audiencia joven que, según analistas, se inclina por narrativas renovadoras como la de Kicillof.
Análisis político: una fractura con riesgos
La división entre Kicillof y Cristina Kirchner no es solo una cuestión de egos, sino un reflejo de estrategias opuestas ante un escenario político adverso. Kicillof apuesta por un peronismo renovado, con un discurso que combine gestión y oposición frontal a Milei, buscando posicionarse como presidenciable para 2027. Su decisión de suspender las PASO y desdoblar las elecciones, apoyada por la oposición (UCR, PRO y LLA), le da margen para controlar el armado de listas, pero lo expone a críticas internas por “jugar solo”.
Cristina, por su parte, busca preservar su liderazgo histórico, consciente de que una derrota en Buenos Aires podría sepultar su influencia. Su posible candidatura, complicada por la ley de Ficha Limpia que podría inhabilitarla por su condena en la Causa Vialidad, es una carta de presión para negociar lugares en las listas. Sin embargo, su estrategia de confrontación directa con Kicillof, como el rechazo público al desdoblamiento, podría alienar a sectores moderados del peronismo.
El riesgo para Unión por la Patria es claro: una campaña fragmentada podría beneficiar a La Libertad Avanza, que, según encuestas, lidera la intención de voto en la provincia. La posible alianza entre LLA y el PRO, con figuras como Cristian Ritondo y Diego Santilli, capitaliza la división peronista, mientras el oficialismo nacional explota temas como la inseguridad para ganar terreno en el conurbano.
Un futuro incierto
A cuatro meses de las elecciones, el peronismo bonaerense enfrenta un dilema crucial: reconstruir la unidad o pagar el costo de la división. El acto de Kicillof en UPCN y las recorridas de Cristina en el conurbano serán termómetros clave para medir el apoyo de la militancia. Mientras tanto, las redes sociales seguirán amplificando esta interna, con hashtags y publicaciones que reflejan tanto la lealtad a Cristina como el ascenso de Kicillof.
En un contexto donde Milei consolida su base y la oposición no logra articular una alternativa sólida, la fractura entre dos de los líderes más influyentes del peronismo no solo redefine el mapa político bonaerense, sino que pone en juego el futuro del movimiento. Como expresó un dirigente cercano a Cristina, “el peronismo siempre se reconstruye, pero esta vez el costo puede ser demasiado alto”.