Sábado 13 de septiembre de 2025
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Desde la Provincia al tablero nacional: Kicillof se consolida como referente del peronismo

Tras una victoria electoral que lo consolidó en la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof se posiciona como figura nacional. En la intimidad, habla de Milei, La Cámpora, el futuro del PJ y su obsesión por los números. La campaña fue su trampolín: ahora quiere romper la maldición de los gobernadores.

Axel Kicillof no lo oculta: siente que su reelección fue más que un triunfo provincial. “En esta elección se plebiscitó mi gestión”, repite como mantra en reuniones privadas. La frase resuena en el Banco Provincia, donde el gobernador bonaerense combina actos de gestión con encuentros políticos. Su entorno lo ve decidido a romper el techo que históricamente impidió a los gobernadores llegar a la Casa Rosada.

La campaña fue intensa: entre el 22 de julio y el 4 de septiembre realizó 55 recorridas por el territorio, incluso en distritos donde el peronismo perdió. Esa presencia territorial, sumada a una narrativa de confrontación directa con el modelo libertario de Javier Milei, le permitió consolidar una identidad política propia, más allá del kirchnerismo duro.

Milei, el antagonista perfecto

Kicillof construyó su relato en oposición al presidente Javier Milei. “Fue una campaña donde se discutió cómo el programa de Milei destruía a mi provincia”, afirma. En actos públicos, como el de General Madariaga, no dudó en contrastar inversión privada con obra pública: mientras empresarios celebraban una apertura comercial, él recordaba que el acceso vial había costado 80 millones de dólares del Estado.

Para el gobernador, el retiro estatal que propone Milei es “irresponsable”. Su discurso se apoya en estadísticas que maneja desde el celular, con gráficos y datos que refuerzan su perfil técnico. Admite su “obsesión” con los números, especialmente en áreas sensibles como salud y educación, donde la demanda pública creció un 30% en los últimos dos años.

La Cámpora, el PJ y el bastón del mariscal

La interna peronista sigue latente. Aunque Kicillof reconoce que Cristina Kirchner lo impulsó, marca distancia: “Es cierto que me puso Cristina, pero también los puso a Boudou y Lorenzino”. La diferencia, dice, es que él se quedó, puso el cuerpo y ganó. En su entorno, remarcan que el gobernador busca construir una entidad política autónoma, sin renegar de su origen kirchnerista pero con liderazgo propio.

La relación con La Cámpora es tensa. “Si quieren venir, que vengan. Y si no, que se queden”, deslizan en su círculo íntimo. La tregua alcanzada antes de las legislativas podría romperse si el liderazgo de Kicillof se consolida demasiado rápido. Sin embargo, figuras como Jorge Ferraresi ya lo postulan abiertamente para 2027.

Obsesión por los datos y mirada presidencial

Kicillof no improvisa. Su celular es su centro de comando: gráficos, estadísticas, proyecciones. Habla de frigoríficos municipales, centros universitarios, casas de la provincia. Su modelo es diametralmente opuesto al de Milei, y lo dice sin eufemismos. La gestión es su carta fuerte, y el territorio, su tablero.

La victoria lo puso en la vidriera nacional. Ya no es solo el gobernador de Buenos Aires: es el dirigente que desafía al presidente, que incomoda a La Cámpora y que empieza a construir su camino hacia 2027. En su entorno lo saben: el bastón del mariscal ya lo tiene en la mano.

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