Pese al discurso oficial que promete una “inflación en retirada”, los precios volvieron a acelerar en octubre y las consultoras privadas estiman que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) podría trepar hasta el 2,5% mensual, impulsado por la suba en alimentos y bebidas, los rubros que más afectan a los sectores de menores ingresos. A esto se suma un desplome del consumo que lleva a miles de familias a financiar sus compras diarias con tarjeta de crédito, en una economía que parece estabilizada sólo en los indicadores del Gobierno.
Mientras el presidente Javier Milei celebró los resultados electorales de medio término como un “plebiscito de validación” a su programa de ajuste, la realidad cotidiana muestra otra cara: salarios que no acompañan, precios que vuelven a moverse y una inflación que, lejos de extinguirse como promete el oficialismo, sigue presente en la mesa de los argentinos.
Inflación: los alimentos vuelven a empujar los precios
Según la consultora LCG, los alimentos y bebidas no alcohólicas subieron un 1% en la cuarta semana de octubre, acumulando un incremento del 2,9% mensual promedio. En ese período, los productos lácteos y huevos aumentaron un 8,1%, y los panificados y cereales, un 4,8%. “Si este rubro acelera, presiona directamente sobre el IPC, porque representa más del 27% de la canasta”, explicó la economista Florencia Iragui, de LCG.
De confirmarse estas proyecciones, octubre marcaría un nuevo salto inflacionario respecto a septiembre (2,1%), con un incremento de 0,4 puntos porcentuales intermensual, el segundo más alto del último año.
Otras consultoras, como Econviews y Libertad y Progreso, prevén variaciones similares, con estimaciones que oscilan entre 2,4% y 2,8% para el mes. En tanto, Equilibra sostiene una visión más moderada, aunque reconoce una “aceleración en los alimentos no estacionales”, especialmente en carnes.
El Gobierno apuesta a que el índice se mantenga contenido hasta diciembre, pero el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central prevé que recién a partir de enero de 2026 podría verse una leve desaceleración. Para los hogares, sin embargo, la estabilidad prometida no llega.
Noviembre traerá más presión al bolsillo
A partir del 1° de noviembre, los aumentos en las tarifas de transporte público comenzarán a sentirse: el boleto de colectivo en el conurbano pasará de $550 a $573, mientras que el subte porteño trepará a $1.157 con SUBE registrada, y a $1.189 sin registrar. Estos ajustes impactarán de lleno en el gasto de los trabajadores que se desplazan diariamente hacia y desde La Plata y el AMBA, encadenando una nueva ola de incrementos en los costos de vida.
Caída del consumo y crédito como salvavidas
El panorama del consumo no es más alentador. Un informe de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA reveló que las ventas en autoservicios mayoristas cayeron un 8,4% interanual en agosto, mientras que los supermercados apenas crecieron un 0,34%, con una baja mensual del 0,23%. Desde diciembre de 2023, las ventas mayoristas se desplomaron 35% y las de supermercados, 27%, lo que refleja el profundo deterioro del poder adquisitivo.
En este contexto, el crédito se convirtió en una herramienta de supervivencia. Entre diciembre de 2023 y mayo de 2025, el uso de tarjetas de crédito en supermercados pasó del 39% al 45% de las operaciones, mientras que las compras con débito y efectivo retrocedieron al 26% y 16%, respectivamente. Las billeteras virtuales crecieron del 7% al 13%, consolidándose como alternativa en tiempos de restricción.
“La tarjeta de crédito dejó de ser símbolo de consumo aspiracional para transformarse en un medio de subsistencia”, explicó la politóloga Mara Pegoraro, del Centro RA de la UBA. El informe también advierte un aumento del 147% en la morosidad del crédito al consumo en poco más de un año y medio, lo que muestra el peso creciente de las deudas en la economía familiar.
Una economía ajustada y un desafío político
Con el consumo interno en mínimos históricos y el crédito como paliativo, la “recuperación” que intenta mostrar el Gobierno no se traduce en los bolsillos. El modelo económico libertario exhibe números fiscales que entusiasman a los mercados, pero una realidad que golpea a los hogares.
El desafío de Milei, validado en las urnas, será convertir ese respaldo electoral en una mejora tangible para quienes hoy usan la tarjeta para llenar la heladera. Porque si la inflación deja de ser el principal problema, lo reemplaza otro más profundo: la imposibilidad de consumir sin endeudarse.


