El crecimiento explosivo de los repartidores de Rappi dibuja una de las imágenes más nítidas del momento económico que atraviesa el país. Lejos de reflejar una expansión genuina del consumo, el dato expone otra cara de la realidad: en un año, la cantidad de trabajadores vinculados a la plataforma se multiplicó por más de tres, pasando de 40 mil a casi 152 mil personas activas. Un salto del 252% que no responde a mejores oportunidades laborales, sino al retroceso del empleo formal y a la búsqueda desesperada de ingresos en medio de una recesión que se hace sentir en todos los sectores.
El último Índice Rappi funciona como una radiografía incómoda. Mientras se destruyen puestos registrados, miles de trabajadores encuentran en las aplicaciones una salida inmediata para subsistir, aun cuando se trata de un esquema sin protección social, sin cobertura por accidentes y sin estabilidad. Un fenómeno que, para muchos analistas, recuerda la proliferación de remiserías en los años 90 y principios de los 2000, cuando la crisis expulsaba mano de obra del mercado tradicional hacia alternativas precarias de supervivencia.
Más repartidores, menos ganancia
La contracara del boom es la caída del ingreso real. Aunque las órdenes crecieron un 29,3% en el último año y los comercios activos un 39%, el ticket promedio apenas subió 21% en un período donde la inflación fue de 24,5%. Es decir: los usuarios gastan menos en términos reales y los repartidores deben repartirse un volumen de pedidos que no crece al mismo ritmo que la cantidad de trabajadores.
El resultado es conocido: mayor competencia, menos pedidos por persona, comisiones diluidas y jornadas cada vez más largas para sostener ingresos que no alcanzan. Organizaciones de repartidores vienen denunciando este escenario desde hace tiempo. A más “colaboradores” conectados, menor estabilidad para todos. El mercado se satura y la renta se achica.
Números que confirman la precarización
Según el propio informe de la empresa, 151.874 repartidores completaron al menos un pedido en el último año, frente a los 43.048 del período previo. En paralelo, la demanda creció menos que la oferta laboral y el valor del gasto promedio perdió contra la inflación. La ecuación es simple: el ecosistema crece, pero no mejora las condiciones de quienes lo sostienen.
En un contexto donde no existen aportes jubilatorios, licencias pagas, seguros laborales ni salario garantizado, el auge del delivery deja expuesta una modalidad de empleo que avanza sin regulación efectiva y con ingresos cada vez más inestables.
El costo de vivir mientras se pedalea
La presión se siente aún más cuando se observa el comportamiento de los precios. El propio Índice Rappi publica valores testigo que sirven para entender el escenario:
- Docena de empanadas: $30.000
- Kilo de helado: $20.900
- Pizza grande de muzzarella: $18.500
- Combo de hamburguesa: $15.700
- Docena de medialunas: $14.850
- Palta (Rappi Turbo): $750
- Banana (Rappi Turbo): $399
El bolsillo del repartidor no acompaña este ritmo. Para sostener un ingreso básico, muchos deben extender sus jornadas o sumar días de trabajo, sin ninguna red de contención frente a accidentes o problemas de salud.
Las apps como “amortiguador” de la crisis
Bajo el actual modelo económico impulsado por el gobierno de Javier Milei, las plataformas de reparto funcionan como un verdadero amortiguador social. Mientras se achica el tejido productivo formal, las apps absorben la mano de obra desplazada.
Datos del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) muestran que entre noviembre de 2023 y agosto de 2025 la cantidad de empleadores con trabajadores registrados bajó de 512.357 a 493.193: 19.164 empresas menos, casi 30 cierres por día.
Los sectores más golpeados fueron:
- Transporte y almacenamiento: -4.685 empleadores
- Comercio y reparación de vehículos: -3.510
- Servicios inmobiliarios: -2.952
- Servicios profesionales y técnicos: -2.053
- Industria manufacturera: -1.974
- Construcción: -1.790
La destrucción de empresas se tradujo en caída directa del empleo formal. En el mismo período, los trabajadores registrados se redujeron un 2,81%, lo que implica la pérdida de 276.624 puestos. Desde la asunción de Milei, se estima que se perdieron más de 432 empleos formales por día.
El debate de fondo
El crecimiento de Rappi y el resto de las plataformas no puede analizarse solo como un caso de éxito comercial. Expone un dilema estructural: ¿qué tipo de empleo se está generando en la Argentina? La expansión del trabajo digital aparece más como respuesta a la falta de opciones que como elección laboral planificada.
En ciudades como La Plata, donde el empleo público y el comercio fueron históricamente sectores clave, el desembarco masivo en el delivery refleja la precarización silenciosa del mercado de trabajo. Bicicletas, motos y mochilas térmicas se convierten en símbolo de una economía que ofrece actividad, pero ya no garantiza derechos.
El boom de repartidores no es una fiesta: es una señal de alerta. Más personas trabajando no siempre implica más bienestar. Muchas veces, como ahora, significa simplemente que la crisis se está pedaleando.


