El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional volvió a marcar la cancha. El Gobierno de Javier Milei deberá avanzar en la acumulación de reservas y ajustar el esquema cambiario, aun a contramano de los argumentos que el propio Presidente defendía hasta hace pocas semanas. El Banco Central confirmó que, desde enero de 2026, las bandas de flotación del dólar se actualizarán según la inflación y que se pondrá en marcha un programa sistemático de compras de divisas.
El cambio no es menor. A mediados de noviembre, Milei había dedicado más de una hora ante empresarios a explicar por qué no iba a comprar dólares: sostenía que hacerlo presionaba sobre el tipo de cambio y terminaba acelerando la inflación. Hoy, el diagnóstico oficial es otro. Y la razón es conocida: la escasez de dólares genuinos y un calendario de vencimientos que no admite margen para la épica discursiva.
Reservas, deuda y la presión externa
En enero vencen cerca de USD 4.500 millones y la apuesta del Ministerio de Economía a recuperar financiamiento en el mercado no dio los resultados esperados. La última licitación, promocionada como una señal de “regreso” a los mercados internacionales, apenas sumó unos USD 900 millones. Para el FMI, la conclusión fue directa: sin reservas, no hay pagos posibles.
No es la primera vez que ocurre. Antes de la última renovación del acuerdo, Milei y el ministro Luis Caputo rechazaban de plano el esquema de bandas cambiarias y defendían un tipo de cambio rígido. Días después, el Fondo impuso el sistema que hoy vuelve a profundizarse. Como entonces, el giro se presentó como una decisión propia, aunque el origen sea externo.
El nuevo esquema anunciado por el BCRA establece que el piso y el techo de la banda se moverán mensualmente según el último dato de inflación del Indec. En enero, el rango se ubicará aproximadamente entre $1.536 y $1.556, y hacia abril podría trepar a valores cercanos a $1.675. Al atar el deslizamiento a la inflación pasada, varios economistas advierten sobre un posible refuerzo de la inercia inflacionaria.
Compras de dólares y emisión
La segunda pata del programa es la acumulación de reservas. Desde el 1° de enero, el Central comprará dólares de manera gradual. En el escenario base, la base monetaria pasaría del 4,2% al 4,8% del PBI hacia fines de 2026, lo que permitiría adquirir hasta USD 10.000 millones. Si la demanda de dinero creciera más, el monto podría escalar hasta USD 17.000 millones sin necesidad de una esterilización sostenida. La intervención diaria equivaldrá al 5% del volumen del mercado cambiario.
Además, el BCRA se reserva la posibilidad de realizar compras “en bloque” para preservar el funcionamiento del mercado, una cláusula lo suficientemente amplia como para habilitar intervenciones discrecionales.
Desde el oficialismo insisten en que comprar reservas no implica un sesgo alcista automático del dólar. El presidente del Central, Santiago Bausili, afirmó que su gestión fue la que más divisas adquirió, aunque reconoció que los pagos de deuda licuaron buena parte de ese esfuerzo. Para el equipo económico, la clave es que la compra de dólares responda a un aumento en la demanda de pesos y no a una emisión desordenada.
Inflación, salarios y dudas abiertas
El problema es el contexto. La inflación volvió a acelerarse y en noviembre marcó 2,5%. Analistas como Tomás Baioni advierten que indexar las bandas a la inflación pasada puede reforzar la dinámica inercial y reclaman metas explícitas de reservas y un rol más activo de la tasa de interés. Hernán Letcher fue más allá: con un dólar indexado, el tipo de cambio pierde peso como ancla y el ajuste vuelve a recaer sobre los salarios.
En paralelo, los mercados financieros reaccionaron con entusiasmo. Los bonos en dólares registraron subas generalizadas, en línea con una demanda histórica de los inversores: reservas y reglas claras. JP Morgan, uno de los bancos con mayor influencia en la actual administración, ya había anticipado que un programa de acumulación de reservas y una recalibración cambiaria eran condiciones necesarias para atraer inversión y reconstruir colchones financieros de cara al ciclo electoral de 2027.
Una deuda que condiciona todo
Detrás del giro cambiario aparece un dato estructural: en los próximos 18 meses, Argentina enfrenta vencimientos por casi USD 57.000 millones si se suman compromisos públicos y privados. Según un informe de CIFRA, casi la mitad de la deuda externa está en manos de organismos internacionales y es de corto plazo. No es una coyuntura: es una restricción permanente.
La historia reciente refuerza esa lectura. Desde 1976, el país repite un patrón de endeudamiento externo seguido por fuga de capitales. El propio informe estima que el 87% de los dólares que ingresaron por deuda desde entonces terminaron saliendo del sistema. Con Milei, la dinámica vuelve a parecerse a ese esquema: fuerte crecimiento de la deuda financiera, auge de obligaciones negociables y un mercado cambiario más abierto que facilita la salida de divisas.
El interrogante central
El Gobierno apuesta a que la mejora de la actividad, la cosecha y el ingreso de dólares financieros permitan comprar reservas sin recalentar precios. La pregunta es si, con bandas indexadas y mayor emisión para adquirir divisas, será posible llevar la inflación al 20% en 2026, como proyecta el equipo económico.
Por ahora, el FMI aplaude, los mercados acompañan y el Banco Central promete orden. El problema, como casi siempre en la economía argentina, no está en el anuncio sino en la implementación. Y en cuánto de ese ajuste termina sintiéndose en los bolsillos.


