La Comisión Nacional de Valores (CNV) avanzó con una nueva flexibilización en el mercado de capitales y habilitó que adolescentes desde los 13 años puedan invertir en una gama mucho más amplia de Fondos Comunes de Inversión (FCI) Abiertos, incorporando instrumentos con riesgo y volatilidad que antes estaban fuera de su alcance. La medida, impulsada por la Resolución General 1091, vuelve a exponer la lógica del gobierno de Javier Milei: expansión del mercado sin un esquema estatal de formación previa, especialmente en edades en las que la información financiera no está garantizada.
Hasta ahora, los menores podían participar únicamente en los llamados fondos “money market”, incorporados en 2023 mediante la RG 977. Esa opción funcionaba como una suerte de puerta de entrada, acotada y de bajo riesgo. Pero con la nueva resolución, la CNV abrió el juego a instrumentos que incluyen acciones, bonos y otros activos sensibles a variaciones de mercado, ampliando la exposición sin robustecer los mecanismos de acompañamiento educativo.
Educación financiera: el argumento oficial que no coincide con la realidad escolar
El presidente de la CNV, Roberto Silva, respaldó el cambio señalando que busca “promover autonomía económica, hábitos responsables y acercar a los jóvenes a un mercado moderno”. El organismo incluso sostuvo que la iniciativa forma parte de una política de “educación financiera”, aunque ese concepto funciona más como un justificativo retórico que como un programa real.
En la mayoría de las escuelas del país —incluidas las de La Plata— no existe una materia formal de educación financiera, ni contenidos sistemáticos que preparen a los adolescentes para comprender nociones básicas como riesgo, volatilidad, inflación o endeudamiento. El Estado, lejos de suplir esa carencia, delega la guía exclusivamente en las familias, que muchas veces tampoco cuentan con herramientas para interpretar el funcionamiento del mercado.
La resolución también se suma a la RG 1023, que ya había permitido la apertura de subcuentas comitentes desde los 13 años. En conjunto, ambas medidas conforman un nuevo marco de participación juvenil que entusiasma a agentes de liquidación, colocadores de fondos e intermediarios, que celebran la ampliación del universo de potenciales inversores.
Más mercado, menos Estado: adolescentes en un sistema financiero sin protección real
Aunque la CNV sostiene que existen “resguardos normativos”, estos se reducen prácticamente a la supervisión adulta en el hogar. El diseño estatal no prevé acompañamiento pedagógico ni capacitación previa, un punto llamativo si se tiene en cuenta que se trata de un mercado históricamente desigual, inestable y con barreras de comprensión incluso para adultos con formación media.
Las restricciones vigentes —como la prohibición de operar FCI Cerrados o fondos exclusivos para inversores calificados— no alcanzan para compensar el vacío educativo. Todo el esquema se apoya en un supuesto: que el mercado puede funcionar como espacio formativo por sí mismo.
Para un gobierno que sostiene su modelo sobre la reducción del rol del Estado, la posibilidad de que adolescentes comiencen a invertir aparece como una señal más del rumbo liberalizador, donde la ampliación del circuito financiero pesa más que la protección de quienes ingresan sin conocimiento suficiente. El problema no pasa por la existencia de herramientas de inversión, sino por la ausencia total de un marco que permita comprenderlas antes de usarlas.
Un debate pendiente en La Plata y en todo el país
En una ciudad universitaria como La Plata, donde miles de jóvenes transitan instituciones con fuerte tradición pública, el contraste es evidente: la CNV habilita el acceso a instrumentos complejos sin que el sistema educativo garantice los contenidos mínimos para entenderlos.
Mientras tanto, la expansión del negocio financiero avanza y suma un nuevo segmento: adolescentes que, a partir de ahora, pueden comprar cuotapartes de fondos que replican carteras de acciones privadas y bonos estatales. En un contexto de alta inestabilidad macroeconómica, la medida abre un debate necesario: ¿qué nivel de preparación debe tener un joven antes de ingresar a un mercado caracterizado por riesgos y pérdidas posibles?
El gobierno habla de autonomía y futuro. Pero la autonomía sin formación deriva, casi siempre, en improvisación. Y cuando se trata del sistema financiero, la improvisación suele salir cara.


