Tras el levantamiento del cepo y el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, el Gobierno logró atravesar las primeras semanas del nuevo esquema cambiario sin sobresaltos. Con una banda de flotación entre $1.000 y $1.400 y una baja considerable en la brecha entre el oficial y los paralelos, en Casa Rosada celebran lo que consideran un punto de inflexión. Sin embargo, detrás de la calma aparente, persisten dudas sobre la sustentabilidad del modelo y sus efectos reales en la economía.
Estabilidad forzada, expectativas divididas
El dólar mayorista cerró la semana a $1.135, apenas por encima del piso de la banda, mientras que el blue cayó a $1.250 y el MEP retrocedió hasta $1.168, un desplome de casi el 13%. El contado con liquidación se ubicó en $1.175. La brecha con el oficial se redujo a menos del 10%, niveles que no se veían desde 2019.
Según analistas financieros como Salvador Di Stefano, el tipo de cambio tenderá a estabilizarse en la parte baja del corredor. “Hay que salir del dólar y pasarse a pesos: Lecaps, acciones y bonos soberanos están bien posicionados”, recomendó. Desde JP Morgan también observaron una oportunidad en el arbitraje y recomendaron instrumentos en pesos a corto plazo, apostando a un “carry trade” con bajo riesgo de brecha.
Federico Furiase, director del Banco Central, se alineó con esta mirada: vaticinó una convergencia del dólar al piso de los $1.000, impulsada por “macrofundamentos sólidos” como el superávit fiscal, la nula emisión monetaria y la mejora del balance del BCRA. Asegura que “la macro está saneada” y que el acuerdo con el FMI refuerza la credibilidad del programa.
Reservas recargadas, pero presión latente
Las reservas brutas del Banco Central cerraron la semana en USD 38.612 millones, el nivel más alto en un año. Aportaron el FMI con USD 12.000 millones, el Banco Mundial con USD 1.500 millones y se prevén nuevos desembolsos por al menos USD 3.000 millones en los próximos meses si se cumplen las metas pactadas.
Más allá de esta recuperación, las reservas netas siguen siendo un punto de discusión. Dependiendo de la metodología, se estiman entre USD 4.029 millones (sin pasivos a corto plazo) y hasta USD -660 millones si se computan los compromisos por BOPREAL y depósitos del Tesoro. En cualquier caso, se trata de un margen que exige una administración meticulosa para evitar sobresaltos.
La liquidación del campo, que se espera más activa hacia mitad de año, será crucial para sostener el ingreso de divisas y evitar que el tipo de cambio vuelva a escaparse.
¿A la caza de la inflación?
El equipo económico apuesta a que la estabilidad del dólar impacte directamente sobre los precios. En Balcarce 50 sueñan con llegar a las elecciones legislativas de octubre con una inflación mensual por debajo del 1%. El ministro Luis Caputo se metió de lleno en la pulseada con supermercadistas y proveedores para frenar remarcaciones que, a su entender, se justificaron con un dólar más alto del que hoy rige.
“El dólar se usa como excusa para aumentar precios incluso en sectores que no dependen de él”, señalan desde el oficialismo. Argumentan que si en diciembre estaba a $840 y hoy, con inflación acumulada, ronda los $1.160, pero con tendencia a la baja, muchos precios deberían sincerarse. En paralelo, se apunta a los márgenes financieros ocultos y las promociones encubiertas como elementos que inflan artificialmente los valores de góndola.
El economista Miguel Boggiano también cree que habrá un alivio inflacionario: proyecta una suba de precios menor al 2% en junio o julio. Y diferencia este esquema del de la convertibilidad, resaltando que el tipo de cambio es flotante y que el equilibrio fiscal es la prioridad del Gobierno.
En un contexto donde el consumo está en retroceso y los ingresos pierden contra la inflación, un dólar “tranquilo” podría aliviar algunas variables, pero difícilmente se traduzca en una mejora inmediata en el bolsillo. La economía real sigue marcada por la caída del poder adquisitivo, la retracción del mercado interno y una oferta de empleo que no logra recomponerse. A pesar de la euforia oficial, el desafío es que la “estabilidad financiera” se traduzca en bienestar tangible para los sectores medios y bajos, los más golpeados por la recesión.