Una reciente encuesta nacional de la consultora Zuban Córdoba refleja con claridad el actual estado de ánimo político en Argentina: descontento creciente, una imagen presidencial en caída libre y una polarización que, lejos de disiparse, se reconfigura entre nuevas identidades y viejos enfrentamientos. A menos de tres meses de las elecciones legislativas de octubre, el termómetro social no deja dudas: la mayoría votará para castigar al gobierno de Javier Milei.
Desaprobación creciente y malestar generalizado
El 56,8% de los consultados desaprueba la gestión de Milei, mientras que apenas un 42,8% la aprueba. Este dato se enmarca en una tendencia descendente sostenida desde principios de año y se agrava en un escenario donde la expectativa de cambio parece diluirse. Incluso entre quienes lo votaron en primera vuelta, más del 28% ya evalúa su gestión de forma negativa.
Victoria Villarruel, vicepresidenta de la Nación, no escapa a este clima adverso: su imagen negativa trepa al 55,3%, con una aprobación que no supera el 38,6%. El deterioro de ambas figuras simboliza una fractura emocional con el electorado que va más allá de los números.
Antimileísmo en ascenso y voto castigo como motor
Uno de los datos más significativos del estudio es el crecimiento del “antimileísmo” como identidad política. El 53,6% de los encuestados se define bajo esa categoría, frente a un 28,1% que se reconoce mileísta. La diferencia evidencia un proceso de rechazo que trasciende lo ideológico y se apoya en percepciones negativas sobre el rumbo del país.
Este malestar se traduce directamente en la intención de voto: el 52,8% anticipa que votará para castigar al oficialismo en las legislativas de octubre. Entre los principales motivos que alimentan ese voto crítico se destacan dos conceptos fuertes: la destrucción del Estado y las políticas percibidas como “crueles”, ambos señalados por más del 25% de quienes expresaron intención de castigo. La falta de mejoras económicas y el alineamiento internacional de Milei también aparecen como factores de rechazo.
Polarización persistente y nuevos clivajes
La polarización sigue viva, pero con nuevos matices. Mientras el 45,2% se identifica como antikirchnerista y el 34,3% como kirchnerista, el nuevo eje entre mileísmo y antimileísmo gana terreno. Incluso la división entre peronistas (38,7%) y antiperonistas (39,7%) ya no alcanza para explicar la fragmentación social y política. El electorado parece redefinir sus pertenencias en función del rechazo más que de la adhesión.
En paralelo, crece la percepción de que Milei dejó de representar el cambio: el 55,4% considera que hoy representa un riesgo para la sociedad, frente a un 37,8% que todavía cree que sigue encarnando una alternativa.
Desafección política, pero sin apatía electoral
A pesar de la desilusión con la dirigencia y la sensación de lejanía del Estado, el 68,1% de la población cree que su voto tiene un impacto real. Incluso el 75,9% de los encuestados asegura que piensa ir a votar en octubre. Este dato contrasta con la extendida narrativa del desinterés político y refleja una ciudadanía crítica, pero activa.
Desde La Plata, ciudad con fuerte impronta política y escenario clave en la disputa bonaerense, este tipo de estudios permite anticipar posibles reconfiguraciones en el mapa electoral local. La baja aprobación del oficialismo podría impactar directamente en los armados territoriales libertarios y abrir margen para propuestas opositoras que logren canalizar el malestar sin caer en los extremos de la grieta tradicional.