La interna del peronismo en la provincia de Buenos Aires avanza hacia un punto de tensión crítica. Axel Kicillof y Cristina Fernández de Kirchner retomaron el contacto político, en medio de presiones cruzadas, reproches internos y una creciente amenaza: la posibilidad de que los intendentes del conurbano impulsen listas cortas en 2025 si no hay acuerdo real de unidad. La confirmación de la charla la dio anoche Mayra Mendoza en el streaming Blender.
Aunque la charla entre el gobernador y la exvicepresidenta fue breve, el solo hecho de que se haya producido representa un giro en una relación que venía completamente congelada. No hubo definiciones ni compromisos concretos, pero el contacto habilitó una negociación que, de no prosperar, podría derivar en una ruptura electoral con consecuencias graves para el futuro del PJ bonaerense.
Desde el entorno de Cristina aseguran que están dispuestos a discutir, pero exigen señales políticas claras por parte de Kicillof. Lo acusan de haber intentado construir un armado propio bajo el paraguas de “La Patria es el Otro”, espacio que mutó en el Movimiento por la Soberanía Nacional, con una estructura paralela al PJ y sin consulta con el kirchnerismo. En el entorno del gobernador lo niegan, pero admiten que buscan ampliar su base territorial y posicionar a Kicillof como figura nacional.
La tensión se refleja con fuerza en el conurbano, donde varios intendentes históricos expresan su malestar con la estrategia del mandatario. Uno de ellos, Jorge Ferraresi (Avellaneda), dejó trascender que evalúa competir con una boleta corta de concejales si no se respeta su autonomía local. El mensaje fue claro: no aceptarán una conducción verticalista desde La Plata si no hay acuerdo político de fondo.
Ferraresi no es un actor menor. Exministro de Desarrollo Territorial durante el gobierno de Alberto Fernández y figura clave del cristinismo bonaerense, conserva una estructura sólida en su distrito y contactos fluidos con otros alcaldes que comparten su descontento. El escenario de boletas cortas —listas locales sin anclaje provincial o nacional— sería un golpe directo a la estrategia electoral del gobernador, que necesita una boleta integrada para maximizar votos en un contexto adverso.
En ese clima, una reciente reunión de intendentes terminó en un fuerte cruce entre Mario Secco (Ensenada), uno de los más cercanos a Kicillof, y Andrés Watson (Florencio Varela), ahora más alineado con Cristina. Secco lo acusó de oportunismo y de buscar recomponer su relación con el cristinismo luego de haberlo criticado durante la última etapa del albertismo. El reproche evidenció que la disputa no es solo ideológica o estratégica: también hay cuentas pendientes personales y territoriales.
El trasfondo del conflicto es la falta de una conducción unificada en el peronismo bonaerense. Mientras Cristina conserva liderazgo y estructura, Kicillof intenta posicionarse como alternativa nacional sin romper del todo con el cristinismo. El problema es que, en ese equilibrio inestable, los intendentes perciben que están quedando afuera de las decisiones, y no están dispuestos a pagar el costo político en sus territorios.
En La Plata, este escenario genera preocupación. Julio Alak, que logró recuperar la intendencia en una elección ajustada, necesita una estructura política sólida para sostener su gestión en un distrito clave donde Juntos por el Cambio y La Libertad Avanza todavía conservan un caudal electoral fuerte. La capital bonaerense no puede permitirse un peronismo dividido, especialmente de cara a las legislativas de 2025, donde el oficialismo buscará conservar poder territorial en un contexto económico y social adverso.
La discusión no se limita al armado electoral: también hay diferencias sobre cómo enfrentar al gobierno nacional. Mientras Kicillof busca marcar perfil propio con una oposición institucional pero sin ruptura total, Cristina y los sectores que la rodean exigen una postura más firme frente al ajuste impulsado por Javier Milei. La falta de una estrategia coordinada, en este contexto, profundiza la desorientación interna.
Algunas voces dentro del PJ plantean que la única salida posible es una lista de unidad que contenga a todos los sectores, pero los tiempos apremian. Si la negociación entre Kicillof y Cristina no avanza pronto, los intendentes podrían sellar sus propios acuerdos en paralelo. En ese escenario, el riesgo de que haya múltiples listas peronistas en 2025 —provincial, municipal y nacional— es cada vez más real.
La fractura del peronismo bonaerense sería una señal de debilidad no solo en la provincia más importante del país, sino en el corazón mismo del poder territorial del peronismo. Con Milei avanzando sobre las autonomías provinciales y una crisis económica que golpea fuerte en los distritos, desordenarse internamente puede ser un error costoso.
En definitiva, el peronismo enfrenta una encrucijada: resolver sus internas o pagar el precio de su fragmentación. Por ahora, hay gestos, conversaciones y amenazas veladas. Pero si el diálogo no se transforma en un acuerdo político real, 2025 puede ser el año en que el PJ pierda el control de su principal bastión. Y La Plata, como capital provincial, será uno de los termómetros más sensibles de esa disputa.