Domingo 9 de noviembre de 2025
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La clase media, atrapada entre el esfuerzo y la resignación: qué revela el último informe sobre el bolsillo argentino

La clase media argentina —históricamente motor del consumo y símbolo de movilidad social— atraviesa un momento de desgaste sin precedentes. El informe “Pensar Social – Noviembre 2025”, elaborado por la Fundación Pensar en conjunto con Casa Tres, pone números a un fenómeno que se siente en la calle: más de la mitad de los argentinos cree que este sector se está “achicando” y buena parte admite que, hoy, trabajar apenas permite “subsistir”.

El estudio se basa en datos oficiales del INDEC y en 2.319 encuestas realizadas entre septiembre y octubre. El cuadro refleja un desbalance fuerte entre percepción y realidad: 29 millones de personas se consideran de clase media, pero solo 20 millones lo son efectivamente según sus ingresos. De acuerdo con los parámetros actuales, un hogar necesita entre $2.000.000 y $6.500.000 mensuales —equivalente a entre dos y cinco canastas básicas— para ubicarse en ese segmento. Aun así, el 65% de los consultados se identifica allí, pese a que el 52% de los hogares pertenece a la clase baja y apenas el 5% a la clase alta.

Consumo resentido y un nuevo perfil: el “consumidor sacrificial”

La tensión económica se expresa con crudeza en los hábitos cotidianos. El 63% de quienes se perciben de clase media confesó haber reducido consumos habituales en el último mes. La lista es elocuente: ocio (54%), ropa (38%), vacaciones (31%) y plataformas de contenidos (23%). La sustitución por segundas marcas aparece como la estrategia predominante para sostener el nivel de vida sin caer del todo.

El informe habla de un cambio de paradigma: del “consumidor estoico” de 2024 —que ajustaba con prudencia— al “consumidor sacrificial” de 2025, forzado a renunciar. “Comprar duele”, resume el relevamiento de Fundación Pensar y Casa Tres. Los datos del sistema financiero refuerzan el cuadro: incluso sectores altos admiten que “las tarjetas están al límite”, mientras que la mora bancaria roza el 10%.

A nivel macroeconómico, se observa un contraste llamativo: los bienes durables —como autos y electrodomésticos— crecieron 79% y 51% respectivamente, impulsados por los segmentos más altos. Pero el consumo masivo apenas avanzó 0,6% y las ventas de supermercados cayeron 5,5%, un golpe que se siente con fuerza en los barrios, incluidos los de La Plata.

Un sector identitario que siente que retrocede

La caída del poder adquisitivo se combina con otro dato central: 6 de cada 10 argentinos de clase media creen que su empleo solo les permite mantenerse a flote, sin expectativas de progreso. El 54% afirma que su capacidad de compra es peor que hace un año. En términos simbólicos, las palabras más mencionadas para definir a este sector son “trabajo”, “lucha”, “esfuerzo” y “resiliencia”, aunque crecen expresiones como “en extinción” o “clase baja disfrazada”, un síntoma del deterioro del imaginario colectivo.

Guillermo Oliveto, director de Consultora W y responsable del estudio junto a Mora Jozami, señala que la clase media “perdió seguridad y previsibilidad”. El informe también marca un cambio en la autoidentificación: dos de cada tres argentinos se perciben en la “clase media baja”, expresado en el 34% que se ubica allí y otro 34% que dice pertenecer a la “clase baja alta”.

Movilidad social en pausa y un futuro que se siente más incierto

La educación —históricamente la llave del ascenso— también se vio golpeada. Cuatro de cada diez argentinos de clase media alcanzaron un nivel educativo superior al de sus padres, pero sin mejorar su situación económica. Solo el 27% siente que vive mejor que generaciones anteriores; en cambio, el 41% cree que está peor.

La Fundación Pensar resume el escenario actual en términos de fragmentación: una clase alta enfocada en el futuro, una clase baja centrada en la supervivencia y una clase medio-baja que oscila entre la incertidumbre y el miedo a perder lo poco que logró sostener.

Aun así, el informe rescata un rasgo del ADN social argentino: la persistencia. La llamada “clase media Mafalda” —con sus preocupaciones existenciales y su reivindicación del trabajo, la educación y la estabilidad familiar— muestra capacidad de resistencia. Pero su resiliencia ya no alcanza para sostener la idea de progreso que la definió durante décadas.

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