Miércoles 18 de junio de 2025
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La ofensiva discursiva de Milei contra el periodismo: acusaciones, desinformación y tensión institucional

En una nueva embestida discursiva que ya no sorprende pero sí preocupa, el presidente Javier Milei profundizó su enfrentamiento con el periodismo a través de una serie de publicaciones en redes sociales donde lanzó acusaciones sin fundamentos y descalificaciones personales. El jefe de Estado no solo insistió en su idea de que los periodistas “entrenan” para provocar a sus entrevistados, sino que llegó a sugerir que deberían ser aún más “odiados” por la sociedad.

Durante el Día del Trabajador, Milei redobló la apuesta. Desde su cuenta oficial en X (ex Twitter), formuló una catarata de preguntas retóricas destinadas a justificar la actitud de su asesor Santiago Caputo, quien días atrás amedrentó a un reportero gráfico antes de un debate electoral. El mandatario insinuó que los periodistas persiguen, hostigan, golpean con micrófonos y hasta violan la privacidad de figuras públicas con drones y luces potentes, todo con la intención de agredir o exponer.

“¿Es lícito que los periodistas metan drones en la casa de una persona? ¿Es lícito que mientan, calumnien e injurien sin permitir que la persona agraviada pueda defenderse?”, escribió, para luego concluir: “Por eso odian a las redes sociales. Hoy no pueden extorsionar ni chantajear. Sus ingresos caen y por eso pegan”.

Lejos de aportar pruebas o datos verificables, Milei compartió una captura de pantalla que describe un supuesto “entrenamiento” periodístico donde se enseña a “empujar, pisar y hasta salivar adrede” para generar una reacción del entrevistado. Esa imagen fue el punto de partida para una nueva ronda de acusaciones, que incluyó la frase que repite cada vez con mayor frecuencia: “No odiamos lo suficiente a los periodistas”.

Desde el ámbito profesional, las reacciones no tardaron en llegar. Fuentes de instituciones académicas dedicadas a la formación en comunicación, así como referentes del sector mediático, desmintieron categóricamente la existencia de esas prácticas. Explicaron que el denominado media training —al que alude Milei— no está dirigido a periodistas sino a funcionarios, dirigentes o voceros, con el fin de prepararlos para afrontar entrevistas con claridad y precisión, no para fomentar hostigamientos.

El ataque no se limita a lo conceptual. Milei ha señalado con nombre y apellido a comunicadores como Diego Brancatelli, Nacho Girón y Paulino Rodríguez, en una estrategia de personalización que busca construir enemigos visibles para su narrativa. Estos señalamientos incrementaron la alarma dentro de organizaciones que velan por la libertad de prensa.

Tanto el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) como la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA) manifestaron su preocupación por el deterioro creciente de las condiciones institucionales que garantizan el libre ejercicio de la actividad periodística en el país. En sus comunicados, advirtieron sobre el efecto intimidatorio que este tipo de discursos tiene no solo sobre periodistas sino también sobre la calidad democrática en su conjunto.

Aunque Milei asegura ser víctima de una supuesta conspiración mediática, su discurso parece apuntar más a debilitar los contrapesos críticos que a resolver conflictos reales. En un contexto económico y social delicado, con más de 200 mil personas desempleadas en La Plata y el Gran La Plata según el último informe del INDEC, la confrontación permanente con los medios aparece como una maniobra de distracción más que como una política de gobierno.

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