Tras la trágica muerte de su hija Kim en un robo en La Plata, Marcos Gómez anunció su ingreso a la gestión pública en la provincia de Buenos Aires, enfocándose en programas de prevención y seguridad para niños y adolescentes, sin alinearse a ninguna bandera política.
La ciudad de La Plata, aún marcada por el brutal asesinato de Kim Gómez, una niña de 7 años víctima de un robo perpetrado por delincuentes menores en febrero pasado, es testigo de un nuevo capítulo en la vida de Marcos Gómez, su padre. Con el dolor como motor y la memoria de su hija como bandera, Gómez confirmó su ingreso a la gestión pública bonaerense, donde trabajará en programas de prevención y seguridad destinados a proteger a niños y adolescentes.
“No quiero que haya otra Kim más”, expresó con firmeza en una entrevista reciente, dejando claro que su objetivo es transformar el luto en acción concreta.
El caso de Kim, quien perdió la vida tras ser arrastrada 15 cuadras por un auto robado en un violento asalto, conmocionó a la sociedad platense y reavivó el debate sobre la inseguridad y la justicia juvenil en la provincia de Buenos Aires. La tragedia desató protestas masivas en la ciudad, con vecinos exigiendo respuestas frente a la gobernación provincial y la casa fúnebre donde se veló a la menor. En medio de este torbellino, Marcos Gómez, un padre destrozado, decidió no quedarse de brazos cruzados. “Tenía la hija perfecta, y me la arrebataron”, declaró entonces, palabras que resonaron en todo el país.
Tras el crimen, tanto el gobierno nacional como el provincial se acercaron a Gómez para ofrecerle apoyo. “Los dos me ofrecieron distintos programas para hacer sobre prevención y seguridad con niños y adolescentes”, reveló. Aunque inicialmente expresó su deseo de dialogar con el presidente Javier Milei para plantear su causa, finalmente optó por sumarse a la gestión del gobernador Axel Kicillof. “Voy a arrancar a trabajar con la provincia de Buenos Aires. No tengo ninguna bandera política, pero Kim era de La Plata y la ciudad le pertenece”, afirmó, subrayando su compromiso con su comunidad y su rechazo a alinearse con cualquier partido político.
La decisión de Gómez llega en un contexto de alta tensión política entre Nación y Provincia, marcado por cruces entre Milei y Kicillof tras el asesinato de Kim. Mientras el presidente acusó al gobernador de “incompetencia” y sugirió una intervención nacional en la provincia, Kicillof pidió trabajar en conjunto y criticó el uso político de la tragedia. En este escenario polarizado, Gómez se presenta como una figura que busca trascender las grietas ideológicas, enfocándose en un objetivo claro: evitar que otros padres sufran su misma pérdida.
Su ingreso a la gestión pública no está exento de desafíos. La inseguridad, identificada como la principal preocupación de los bonaerenses según una encuesta reciente, sigue siendo un problema estructural en la provincia. Además, el debate sobre la baja de la edad de imputabilidad, impulsada por el Ministerio de Seguridad nacional, divide opiniones. Gómez, sin embargo, parece decidido a centrarse en la prevención, trabajando en programas que aborden las causas profundas de la delincuencia juvenil. “Ya sé por dónde voy a ir”, aseguró, dejando entrever un plan claro para su nueva etapa.
La historia de Marcos Gómez es, ante todo, la de un padre que transforma el dolor en propósito. Su decisión de involucrarse en la política bonaerense no solo honra la memoria de Kim, sino que también envía un mensaje de esperanza a una sociedad golpeada por la violencia. En La Plata, donde el nombre de Kim aún resuena en las calles, su padre promete luchar para que ningún otro niño pague el precio de la inseguridad. “Kim era de La Plata, y esta ciudad le pertenece”, repitió. Y con esas palabras, Marcos Gómez comienza a escribir un nuevo capítulo, uno que busca cambiar el futuro de los más jóvenes.