Sábado 23 de agosto de 2025
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Prestadores del IOMA en pie de guerra: “Nos deben desde 2024 y encima nos maltratan”

Clínicas, asistentes terapéuticos y hogares de ancianos denuncian pagos atrasados, atención deficiente y condiciones indignas en la sede central de La Plata. Las filas se extienden cada lunes y miércoles en calle 46, mientras crece el malestar por un sistema que, aseguran, “cobra por agilizar pero no responde”.

Cada lunes y miércoles, las escalinatas de la sede central del Instituto de Obra Médico Asistencial (IOMA) en La Plata se convierten en un termómetro del hartazgo. Prestadores de salud —desde asistentes terapéuticos hasta representantes de clínicas y hogares de ancianos— se agolpan en calle 46 entre 12 y 13, buscando respuestas que nunca llegan. La postal se repite: largas filas, reclamos encendidos y un sistema que, según denuncian, los somete a condiciones indignas.

“Nos deben desde julio y agosto del año pasado. No tenemos respuesta a nuestros reclamos y encima no nos atienden”, afirma una prestadora que lleva más de tres horas esperando. La atención, aseguran, se limita a dos horas por jornada (de 13 a 15), con apenas 50 números entregados y un ingreso de cinco personas por vez. “Es una burla”, repiten.

Pero el malestar no se limita a la burocracia. Los denunciantes apuntan a un sistema de cámaras privadas que, lejos de agilizar los pagos, les exige un doble peaje: un porcentaje de la facturación y otro como membresía. “Te obligan a entrar a las cámaras que ellos mismos armaron. Es pagar para cobrar”, denuncian.

La crisis del IOMA no es nueva, pero se profundiza. En La Plata, afiliados también denuncian abandono, demoras en reintegros y falta de cobertura médica. La gestión de Homero Giles y la expansión de los policonsultorios administrados por ACEAPP no han logrado revertir el deterioro. De hecho, crecen las sospechas sobre posibles conflictos de interés entre fondos públicos y beneficios privados.

Mientras tanto, en las escalinatas de calle 46, el termómetro social sigue subiendo. “Nos tratan como si fuéramos mendigos, cuando somos quienes sostenemos la atención de miles de pacientes”, concluye una representante de hogar de ancianos. La bronca se acumula, y el silencio oficial se vuelve cada vez más ensordecedor.

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