A tres semanas de las elecciones legislativas, el presidente Javier Milei volvió a subirse a un escenario —esta vez no para hablar de inflación o desempleo, sino para cantar. Lo hizo en el Movistar Arena, rodeado de funcionarios devenidos músicos y bajo un despliegue de luces, guitarras y consignas libertarias que rozó el absurdo.
Mientras el país atraviesa una crisis económica y social cada vez más profunda, el mandatario eligió celebrar la presentación de su libro “La construcción del milagro” con un espectáculo más parecido a un recital de los ‘80 que a un acto presidencial.
Entre guitarras eléctricas y consignas políticas
Campera de cuero, banda propia y un discurso que mezcló economía de manual con arengas místicas. Así se presentó Milei ante un público cuidadosamente ordenado, entre banderas del “León” y merchandising que se vendía a precios de otro planeta. Acompañado por “La Banda Presidencial” —con los hermanos Benegas Lynch, Lilia Lemoine y Marcelo Duclos—, el mandatario entonó clásicos, sin pagar por los derechos, como “Panic Show”, “Demoliendo hoteles” y “Libre”, mientras hablaba de libertad económica y lucha cultural.
En un país donde las familias no llegan a fin de mes y la morosidad en las tarjetas de crédito marca récords, el Presidente eligió el escenario de Villa Crespo para hablar de un “milagro” y prometer una “revolución impositiva” que, según dijo, devolvería “500 mil millones de dólares” a los argentinos si logra reelegirse hasta 2031. Un mensaje tan grandilocuente como desconectado del presente.
“Estamos cruzando el río, no aflojen”, repitió ante miles de seguidores, como si el país no estuviera sumergido en una de las crisis más duras de los últimos años.
Un show que ni los suyos pudieron defender
El espectáculo fue tan excesivo que ni los periodistas más afines al oficialismo lograron justificarlo. Luis Majul admitió que “en otro contexto” podría interpretarse de otra manera, pero que hoy fue “un papelón”. Esteban Trebucq, uno de los comunicadores más cercanos al libertario, quedó viralizado tras la insólita secuencia en la que Milei, después de hablar de Israel, entonó “Hava Nagila” ante un auditorio desconcertado.

La escena, mezcla de fervor, misticismo y descontrol, dejó más preguntas que certezas. ¿Puede un presidente que canta rock en plena crisis reclamar seriedad a la oposición? ¿O fue, como muchos analistas señalaron, un intento desesperado por reavivar la épica que lo llevó al poder en 2023?
Kicillof: “Milei le falta el respeto a la gente”
El gobernador bonaerense Axel Kicillof fue contundente. En diálogo con C5N, calificó el show de Milei como “una falta de respeto a los argentinos” y lo describió como “completamente fuera de la realidad”. “Cuando era candidato podía hacer estas cosas, pero hoy tiene que gobernar. No se puede cantar mientras la gente no puede pagar la tarjeta”, dijo.
El mandatario provincial remarcó que la morosidad en la Provincia alcanzó el 5,9%, el nivel más alto desde 2009, y cuestionó la falta de sensibilidad del Presidente: “Recorro fábricas que cierran y familias que pierden el trabajo. ¿Cómo le explicás a esa gente que este es el Presidente?”.
Kicillof también se refirió al escándalo por la renuncia de José Luis Espert, que dejó su candidatura envuelta en denuncias por vínculos con un presunto narcotraficante. “Si fuera por Milei, seguía. No sé si no lo bajaron desde afuera”, ironizó, apuntando a los vínculos del Gobierno con Donald Trump.
Entre el circo y la crisis
El acto en el Movistar Arena fue más que una presentación de libro: fue una puesta en escena de un presidente que parece cada vez más cómodo en el rol de rockstar que en el de jefe de Estado. Con una inflación que no cede, salarios en caída y conflictos sociales en aumento, Milei eligió refugiarse en su personaje y en su público más fiel.

Mientras el ministro Luis “Toto” Caputo intentaba en Estados Unidos conseguir fondos para evitar un nuevo temblor económico, el Presidente prefería afinar la guitarra. El contraste es tan elocuente como preocupante: mientras el país busca oxígeno, su líder ensaya riffs.
Afuera, vendedores ambulantes ofrecían banderas libertarias y choripanes; adentro, el Presidente cantaba sobre “libertad” ante un público disciplinado y entusiasta. Una metáfora perfecta del presente argentino: un show montado sobre el ruido, mientras la realidad golpea la puerta.