En el corazón político de La Plata, Axel Kicillof, Sergio Massa y Máximo Kirchner se encontraron cara a cara en la Gobernación para intentar ordenar el mapa electoral del peronismo bonaerense. Sin intermediarios y con el reloj corriendo —este miércoles vence el plazo para presentar alianzas«—«, los tres dirigentes buscaron sellar una unidad cada vez más necesitada y menos genuina.
La reunión fue el resultado de semanas de roces internos, idas y vueltas, y múltiples encuentros por separado. Ahora, frente a un escenario adverso y con La Libertad Avanza avanzando en el conurbano, las principales figuras del PJ bonaerense se vieron obligadas a encarar directamente una negociación que definirá el futuro inmediato del espacio en las elecciones legislativas del 7 de septiembre.
La urgencia por sostener el frente
La unidad peronista en la provincia de Buenos Aires no se construye sobre convicciones compartidas, sino sobre la certeza de que la fragmentación dejaría al oficialismo provincial en jaque. Desde todos los sectores reconocen que la alianza se sostendrá más por necesidad que por entusiasmo. Un dirigente cercano al gobernador fue claro: “La unidad se está logrando a la fuerza y sin horizonte común”.
El temor a un retroceso electoral —alimentado por la crisis socioeconómica, los despidos, el cierre de fábricas y pymes, y la parálisis de la obra pública— es el verdadero aglutinante. La reciente disolución de Vialidad Nacional, que dejó obras abandonadas y rutas sin mantenimiento, se convirtió en un símbolo del vaciamiento estatal que, según el peronismo, es impulsado por el Gobierno de Javier Milei. Este diagnóstico, compartido por los tres protagonistas del encuentro, es también la base del relato que intentarán consolidar de cara a la campaña.
Poder, territorio y listas: el núcleo del conflicto
La mayor tensión gira en torno al armado de listas, especialmente en la primera y tercera sección electoral, donde se concentra la mayoría del electorado bonaerense. Nadie quiere quedar afuera ni resignar espacios. Por eso, mientras se discute la unidad hacia afuera, puertas adentro se libra una intensa disputa por los lugares en las boletas.
Para canalizar esa pulseada, se conformó una mesa de negociación con representación de los distintos espacios: Verónica Magario y Gabriel Katopodis por el sector más cercano a Kicillof; Mariel Fernández y Federico Otermín por el cristinismo; y Máximo Kirchner como enlace político entre ambos. Pero hasta la integración de esa mesa generó roces: en el entorno del gobernador no cayó bien que La Cámpora sumara a Máximo sin consulta previa.
Un intendente del conurbano lo resumió sin eufemismos: “La pelea no es por si hay unidad, sino por cuánto vale cada uno adentro de esa unidad”.
El plan alternativo de Kicillof
Mientras empuja la unidad formal, el gobernador bonaerense también prepara un Plan B. En las últimas horas, se reunió con intendentes afines —entre ellos Julio Alak (La Plata), Mario Secco (Ensenada) y Jorge Ferraresi (Avellaneda)— para definir la presentación de un frente electoral propio que le permita contar con una herramienta jurídica ante la posibilidad de que las negociaciones con el PJ bonaerense no lleguen a buen puerto.
Ese armado paralelo tendría como base legal al Frente Grande, estructura controlada por Secco y aprobada en abril para una eventual alianza con el Movimiento Derecho al Futuro (MDF), el espacio político de Kicillof. La discusión clave pasa ahora por los apoderados y el control del sello: el gobernador quiere un sistema de firmas cruzadas que impida que le arrebaten las listas sin su aval.
Una campaña con ejes definidos y consensos frágiles
Más allá de los desacuerdos, hubo cierto consenso en torno a los ejes de campaña: el impacto del ajuste, los despidos, la caída del consumo y la falta de respuesta del gobierno nacional frente a la crisis energética y fiscal en las provincias. El mensaje busca contrastar con el discurso de Milei y exponer las consecuencias concretas de su modelo.
Sin embargo, el clima interno dista de ser armónico. Desde el cristinismo señalan que “el tiempo se agotó” y que el frente debe quedar definido esta semana. Y si bien nadie habla abiertamente de ruptura, lo cierto es que el peronismo llega a este tramo del calendario electoral sin acuerdos sólidos y con la sospecha instalada de que, tras la elección, el mapa interno volverá a reconfigurarse.
En La Plata, mientras tanto, el escenario local también forma parte del tablero: con Julio Alak como uno de los principales operadores de Kicillof, la capital provincial se mantiene en el centro de las discusiones de poder. La definición de las candidaturas en este distrito será clave para medir fuerzas en el reparto general.
La cumbre de este lunes no cerró la discusión, pero marcó un punto de inflexión. En un escenario sin épica ni entusiasmo, lo que manda es la necesidad de evitar una derrota catastrófica. La unidad, por ahora, es sólo una tregua.