El oficialismo recibió un nuevo llamado de atención tras la difusión de un estudio que dejó mal parado a uno de los nombres más importantes del entorno presidencial. Según la última edición del informe de Satisfacción Política y Opinión Pública, elaborado por la Universidad de San Andrés, Karina Milei —secretaria general de la Presidencia y hermana del presidente Javier Milei— quedó en el último lugar del ranking de imagen de los principales funcionarios nacionales.
La caída no pasó inadvertida en los despachos oficiales. Si bien el Ejecutivo evitó pronunciarse, puertas adentro el dato generó malestar, especialmente porque se trata de una figura central en el esquema de poder libertario, con influencia directa en decisiones estratégicas, incluso más allá del organigrama formal del Gobierno.
El relevamiento, basado en más de mil casos a nivel nacional, no sólo expone el deterioro de su imagen pública, sino que marca un diferencial negativo récord dentro del gabinete. Karina Milei combina uno de los niveles más bajos de conocimiento entre los encuestados con el peor balance entre opiniones positivas y negativas, lo que, según fuentes del oficialismo, provocó “preocupación real” en el entorno presidencial.

“Hace meses que venimos viendo este descenso, pero ahora el impacto fue más fuerte. Ya no se trata de una mala racha, sino de una señal que obliga a revisar algunas decisiones”, admitió un operador libertario consultado por este medio.
El informe también evaluó a otros nueve dirigentes del Gobierno. Aunque algunos lograron conservar un piso de respaldo, todos —sin excepción— registraron más opiniones negativas que positivas. Incluso entre quienes encabezan el ranking, el desgaste empieza a ser evidente. Esta tendencia transversal parece dar cuenta de un descontento social que va más allá de nombres propios y que refleja el malestar con la gestión en su conjunto.

La curva descendente de Karina Milei no es nueva. Desde fines de 2024, diversas consultoras vienen marcando una pérdida sostenida de apoyo. En distritos clave como la provincia de Buenos Aires —donde se concentra el mayor caudal electoral del país— los números son aún más preocupantes. Allí, la funcionaria muestra un nivel de rechazo particularmente alto, lo que encendió alarmas tanto en Casa Rosada como en los espacios que acompañan al oficialismo.
“El problema no es sólo su imagen, sino lo que representa: el agotamiento de una parte del relato oficial y la falta de resultados visibles para la gente”, sostuvo un analista político con base en La Plata.
En paralelo, el estudio también midió la imagen de dirigentes de la oposición, con resultados igualmente desalentadores. El dato no es menor: la caída de la confianza en toda la dirigencia, sin distinción partidaria, refuerza el clima de desencanto generalizado que atraviesa la opinión pública.
Para la Casa Rosada, el desafío no es solo recomponer la imagen de sus principales figuras, sino evitar que el malestar social termine de erosionar el capital político que aún conserva el Presidente, en un contexto económico y social cada vez más complejo.