Viernes 21 de marzo de 2025
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El desafío económico actual entre superávit, emisión monetaria y la presión sobre las reservas

Aunque el presidente se ha enfocado en dar la imagen de una economía fortalecida, el saldo de su gestión ha sido más complejo de lo que sugieren las cifras. Un análisis de los principales indicadores económicos revela tensiones subyacentes que preocupan a economistas y ciudadanos por igual.

La emisión monetaria y el déficit fiscal: una combinación insostenible

Durante 2024, la base monetaria de Argentina experimentó un aumento alarmante: un 4,2% solo en diciembre, y un crecimiento de 209% durante todo el año, alcanzando los $27,2 billones. Este fenómeno no es casual ni producto exclusivo del déficit fiscal, como se suele afirmar en el discurso oficial. Aunque la expansión de la base monetaria fue presentada como un instrumento para combatir la inflación y reducir el gasto público, lo cierto es que tiene raíces más profundas vinculadas a la intervención cambiaria y las operaciones financieras del Banco Central y el Tesoro.

El economista Roberto Cachanosky advierte que el impacto de la emisión monetaria no puede subestimarse, ya que la creación de pesos no solo responde a la necesidad de financiar el déficit fiscal, sino también a la compra de dólares a los exportadores y a las operaciones financieras que involucran a los bancos. Este proceso, lejos de ser inocuo, alimenta la inflación y socava el poder adquisitivo de la población, afectando principalmente a las clases medias y bajas.

El superávit comercial: una realidad distorsionada por el dólar blend

Otro de los logros que el gobierno de Milei ha querido destacar es el superávit comercial, que alcanzó los 18.899 millones de dólares en 2024, el más alto en 20 años. Sin embargo, especialistas advierten que este resultado esconde una distorsión significativa. De ese superávit, alrededor de 18.000 millones de dólares se fueron por la vía del “dólar blend”, un mecanismo utilizado por los exportadores para liquidar sus divisas fuera del mercado oficial.

Aunque el gobierno pone énfasis en el crecimiento de las exportaciones, la caída de las importaciones – resultado de la recesión económica del primer semestre – también ha jugado un papel crucial en la mejora de la balanza comercial. Según la consultora Abeceb, la caída de las compras externas alcanzó un 17,5%, el nivel más bajo desde 2015. Esto significa que gran parte del superávit no responde a un crecimiento real de la economía, sino a la contracción de la demanda interna.

La caída de reservas: el costo de las intervenciones cambiarias

Por último, el manejo de las reservas internacionales ha sido otro punto de fricción en el análisis económico. Aunque el gobierno había logrado un préstamo “repo” de 1.000 millones de dólares para frenar la devaluación del peso, las reservas cayeron a menos de 30.300 millones de dólares a principios de enero, luego de rozar los 33.000 millones. La intervención del Banco Central para mantener el tipo de cambio oficial ha requerido el uso de estas reservas, lo que ha acelerado la presión sobre las arcas del Estado.

A pesar de los esfuerzos por intervenir en el mercado de cambios y las compras de dólares a los exportadores, la realidad es que las reservas no se incrementan de manera sostenible. Según analistas, las reservas “reales” del país rondan los 10.000 millones de dólares, una cifra que deja en evidencia la fragilidad de la economía frente a los desafíos cambiarios y la presión importadora.

Si bien estos indicadores son de carácter nacional, tienen un impacto directo sobre la economía local de La Plata y la región. La incertidumbre sobre la estabilidad cambiaria y la falta de recursos para financiar el crecimiento económico afectan tanto a las empresas como a las familias platenses. Las presiones inflacionarias y el costo creciente de las importaciones también repercuten en los precios locales, generando un ambiente de incertidumbre que limita las expectativas de inversión y consumo.

En resumen, el panorama económico bajo la administración de Javier Milei muestra un equilibrio precario, donde las cifras de superávit comercial y emisión monetaria esconden desafíos estructurales que amenazan la estabilidad económica de largo plazo. La presión sobre las reservas, la creciente inflación y la falta de una estrategia clara para encarar la deuda externa y las importaciones complican la capacidad del gobierno para generar confianza en los mercados y en la población.

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